Cuando pensaba que peleaba esta guerra solo II   —Deberías respetarme —le dijo la chica con orejas de gato—. Tú vida está en mis manos,...

War: Episodio 9

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Cuando pensaba que peleaba esta guerra solo II

 

—Deberías respetarme —le dijo la chica con orejas de gato—. Tú vida está en mis manos,

—No pienso respetar a una friki —replicó Circe con insolencia—. De seguro tienes un apodo ridículo como Tsuki o Neko. La chica la miró con desdén, una sonrisa cruzó sus labios mientras desenfundaba su katana. La vaina permaneció sujetada a su cintura. Con las dos manos tomó la empuñadura y sostuvo la katana en posición de ataque.

—Me llamó Narumi —le dijo en tono serio mientras se comenzaba acercar a ella—, y si no tuviera que llevarte con vida, te mataría en este instante.

El primer golpe de Narumi fue esquivado con tanta facilidad por Circe que le fue imposible creerlo. Sin dejar que la sorpresa la confundiera, Narumi lanzó un tajo horizontal hacia el costado de Circe, que fue evitado con igual facilidad.

—Vete —le ordenó Circe—. No quiero luchar y no estoy de humor para soportarte.

—Eso no es tu decisión —le dijo la chica de la katana.

Circe no estaba de humor para soportarla ni tampoco tenía humor para luchar. Su mochila pesaba y tenía sueño. Pensó en cómo hacerle pagara a Adrián el haberla metido en una batalla. Sin ánimos para sacar sus navajas de la mochila, se limitó a esquivar los golpes.

Esta vez, Narumi dirigió el corte hacia sus piernas. De un salto, Circe, esquivó la hoja. La katana trató de atravesarla con una estocada, pero ella se hizo a un lado para que la hoja pasara sin rozarla.

Su atacante, desesperada, lanzó un corte horizontal destinado a su flanco izquierdo. Circese deslizó por debajo de la katana, evitando el corte. Narumi le lanzó una patada que la hizo retroceder para evitar el golpe.

Para Circe, era muy sencillo esquivar los ataques, desde pequeña había aprendido a leer los movimientos de sus oponentes. Era lo que mejor se le daba y su ventaja sobre su oponente.

—Tus golpes son tan fáciles de adivinar —le dijo a Narumi para distraerla y no le prestará atención a su mano extrayendo algo del bolsillo de su sudadera.

Con una mueca de ira, Narumi reanudó su ataque. Con un giro de su muñeca trazó un corte diagonal, Circe saltó hacia atrás y mientras le lanzaba a los pies de la chica de la katana dos pelotas pequeñas le gritó:

—¡Carajo! Déjame en paz.

Al golpear el suelo las pelotas comenzaron a liberar un espeso humo blanco que Circe usó para poder escapar, confiaba en que la chica no podría verla. Dejó caer otras dos bombas de humo por si las dudas.

Corrió hacia la esquina más cercana para desaparecer de la vista de Narumi. El Mercedes de H la esperaba, no pudo ocultar su sonrisa mientras entraba en el asiento posterior. H que estaba al volante, le sonrió por el espejo retrovisor mientras ponía el automóvil en marcha. Rubén, que estaba sentado al lado de H, también sonrió al verla.

—¡Qué bien! —dijo a modo de saludo mientras abrazaba a Rubén desde atrás—. Vinieron a rescatarme.

—No sé —le contestó Rubén—. A mí me recogió H.

Circe ignoró por completo la extraña forma en que Rubén le contestó, ya estaba acostumbrada a la forma tan rara que tenía para mantener conversaciones. Tanto Adrián como Rubén tenían problemas para comunicarse con ella. Miró de manera inquisitiva a H, esperando respuestas

—Recibí un llamado de emergencia de Adrián—le contestó H, sin despegar la vista del camino—. Por lo que supuse que ustedes también estarían en problemas y decidí recogerlos.

—Awww —musitó Circe mientras abrazaba a H—. Siempre tan atento con nosotros.

—Esperaba que el amo Sergio fuera con Adrián —prosiguió H, una nota de intranquilidad se dejaba traslucir en sus palabras—, pero no he recibido respuesta de él.

—¿Entonces iremos a buscarlo? —concluyó Circe.

—No —replicó H, con pesar—. La instrucción fue darles prioridad a ustedes, iremos por Adrián. Espero no sea muy tarde.

El silencio invadió el lugar, la radio del automóvil no estaba encendida por lo que los tres podían escuchar sus propios pensamientos susurrándoles palabras de temor.

—No lo será —declaró Rubén, rompiendo el silencio—. Es un Segarra.



El hacha doble, de un color negro y con los filos plateados, fue levantada por Ragnar con una facilidad que sorprendió a Adrián.

Sin perder tiempo, liberó a su katana de su vaina, concluyó que debía usar la vaina como segunda arma. Una sola arma no podía ser tan efectiva contra dos enemigos.

El chico de la patineta ya se había levantado y se disponía a golpear su costado con un escudo circular que había estado colgado en su espalda.Adrián se movió hacia la derecha para evitar el golpe.

En ese momento el hacha realizaba otra caída que sólo fue detenida por su vaina y la katana. El impacto recorrió sus brazos, el golpe había sido más fuerte de lo que esperaba pero sus armas resistieron. Ragnar seguía empujando el hacha hacia él, tratando de romper su defensa.

A su izquierda la patineta se lanzaba de nuevo hacia su costado. Desvió la fuerza del hacha hacia la izquierda, para que continuara su trayectoria e impidiera que chico lo atacara de nuevo. Adrián aprovechó el breve instante en que Ragnar recuperaba el control de su hacha, para asestarle un codazo en el rostro. Después continuando con la confusión trazó un arco con la katana que pudo haber sido exitoso de no ser porque Ragnar retrocedió, por lo que sólo rasguño su ropa.

Durante el corte, la mano que sostenía la vaina se movió en la dirección contraria para evitar que su otro atacante se acercara. Sin embargo, el chico de cabello arena previendo el movimiento había descendido para esquivarlo y desde esa posición lanzó un golpe hacia la pierna de Adrián con su escudo.

El dolor lo recorrió con una velocidad sorprendente, su pierna fue incapaz de sostenerlo más y se dobló. Su atacante se preparaba para asestar otro golpe que fue desviado por la vaina. Ragnar ya estaba recuperado y trazaba un semicírculo con su arma. Adrián por pudo esquivar el golpe por escasos centímetros, sintió el frío aire del hacha al pasar frente a él.

Se incorporó ignorando el dolor de su pierna y enarbolando la vaina y la katana. Trataba de mantenerlos apartados, el aire parecía abandonarlo de sus pulmones con una rapidez impresionante. Tanto Ragnar como su acompañante se había detenido, lo analizaban, la sombra de una sonrisa cruzaba la faz de Ragnar. Su hacha descansaba sobre sus hombros.

—¿Cansado? —lo interrogó el otro chico con una sonrisa—. Puedes bajar el arma y terminar con esto.

—No pienso ponerte las cosas tan fácil —le respondió Adrián, sorprendido por lo fácil que le era seguir fanfarroneando, aún en desventaja.

Retrocedió para aumentar la distancia entre ellos, tenía que pensar rápido en como contrarrestar sus habilidades combinadas. Los movimientos lentos de Ragnar, causados por el hacha, eran cubiertos por la rapidez de respuesta del otro chico y su escudo.

Tenía que huir. Cada parte de su mente le decía que no tenía oportunidades de sobrevivir por mucho tiempo, pero quería mantenerlos separados de Daniel a toda costa.

Adrián se lanzó hacia el otro chico, atacó con la katana y en respuesta el chico la detuvo con su escudo. Aprovechando la brecha golpeó con la vaina al muchacho en su flanco derecho, esta vez no pudo defenderse y recibió de lleno el golpe. Mientras sacaba de balance al chico del escudo, Ragnar intentaba golpearlo con su hacha.

Rápidamente Adrián saltó para evitar tajo de Ragnar, al hacerlo giro hacia su derecha, a la vez que trataba de contraatacar. Un fino rasguño apareció en el brazo de Ragnar, quien enfurecido levantó el hacha y embistió a Adrián con el canto por lo que retrocedió de manera abrupta. El golpe le cortó la respiración por un instante.

El instante de dolor de Adrián, le sirvió al chico de la patineta que lo atacó con su arma. Con esfuerzo logró esquivar el golpe y asestar un golpe con la empuñadura de la katana en la espalda de su atacante.

En el momento en que se disponía a atacar a Ragnar, notó que éste extraía de su bolsillo un teléfono celular y lo contestaba. Sin detenerse, Adrián se lanzó contra él, Ragnar lo esperaba porque reaccionó para mantenerlo alejado con un movimiento de su hacha. Su compañero no tardó en acercarse a Adrián para darle tiempo a Ragnar se contestar.

—¿Lo tienes?—interrogó Ragnar a su interlocutor.

Mientras Adrián peleaba contra el chico, regresando golpes y esforzándose por escuchar la conversación que mantenía Ragnar por teléfono. Aunque eso implicaba que redujera su atención sobre su atacante. Padre lo hubiera reprendido por tomar ese riesgo.

—¿Sabes de los demás? —continúo Ragnar, después de escuchar la respuesta a su pregunta—. Es una lástima, pero lo que tenemos nos servirá. Muy bien, los vemos allá.

—Claude —llamó Ragnar al chico, después de colgar—. Ya terminamos, debemos irnos.

—Es una pena—declaró Claude mientras retrocedía, con una sonrisa en su rostro infantil—, es muy divertido jugar con él.

Adrián trató de alcanzarlo, pero fue recibido por un golpe del escudo que lo derribó. Había sido un golpe más fuerte que los anteriores que había recibido. Después de eso se percató de algo que no había notado, tanto los ataques de Ragnar como los del Claude no habían sido enfocados en matarlo. Era como si se hubieran limitado a jugar con él.

Trató de incorporarse pero fue detenido por la pesada bota de Ragnar que lo golpeó en el pecho derribándolo de nuevo.

—Pudimos haberte matado en este momento —le dijo Ragnar pausadamente, daba vueltas en círculo a su alrededor, su hacha descansaba el suelo reflejando los rayos del sol en sus filos—. Sería tan fácil separar tu cabeza de tu cuerpo con un sólo movimiento. Aunque la muerte te ahorraría mucho sufrimiento y eso nos arruinaría la satisfacción.

Ragnar se acuclilló a su lado y lo miró con desprecio. Su maquillaje le agregaba profundidad a sus ojos, y destacaba con precisión el brillo iracundo de sus ojos.

—Éramos como una familia, no imaginas lo difícil que fue recoger sus cuerpos mutilados—continúo Ragnar—. Matarte no sería suficiente para pagar el daño que nos causaste —Claude lo observaba con desprecio—. Para ello tenemos que destrozarte, para que nos comprendas y después, si nos place, acabar con tu sufrimiento. Ya obtuvimos lo que buscábamos y te dejaremos que sigas disfrutando tu patética vida, por el momento.

Se levantó con una enigmática sonrisa, recogió su hacha y avanzó hacia Claude que lo esperaba. Los dos desaparecieron detrás de una esquina. Adrián se incorporó para tratar de alcanzarlos, cuando llegó a la esquina, descubrió que no había rastro de ellos.

Adrián quedó sólo, a mitad de la calle. Se dio la vuelta y corrió hacia el lugar en que había huido Daniel, esperaba haberle dado tiempo para que pudiera escapar. Se detuvo de golpe, un rayo de comprensión había llegado hasta él con la con la misma intensidad que si lo hubieran golpeado en la cabeza: Ellos no habían peleado en serio, porque querían separarlo de la única persona a la que podría proteger en ese momento. Su intención había sido mantenerlo alejado de Daniel.

Una punzada de culpabilidad le atravesó con intensidad. Padre le había dicho que no se separa de Daniel y no había podido hacerlo. Se los había entregado en bandeja de plata.

Avanzó un poco más esperando estar equivocado, se sujetaba con fuerza a la idea de que cuando avanzará más encontraría a Daniel, sano y salvo. Tal vez a lado de H o Padre, con un semblante preocupado que desaparecería cuando lo viera aparecer.

Su celular tirado, junto a la puerta de una casa cuyo color amarillo abandonaba sus muros en pequeñas escamas, destruyó sus esperanzas con la fuerza propia de la realidad.


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