A partir de ahora mi inocencia ha muerto I Rubén retrocedió de un salto para evitar el ataque con el que su oponente trató de cort...

War: Episodio 17

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A partir de ahora mi inocencia ha muerto I



Rubén retrocedió de un salto para evitar el ataque con el que su oponente trató de cortarle el pecho. Con rapidez él se recuperó y le lanzó un golpe con su tanbo hacia la pierna. Sin embargo, su oponente los esquivó con un salto evitando el golpe que pudo haberle dañado la pierna.
Para Rubén le resultaba fácil evadir los golpes de su atacante, a pesar de que éste llevara unas pequeñas navajas entre las manos, con las que extendía su alcance. El problema al que se enfrentaba Rubén era que su oponente también podía esquivar con facilidad los ataques de su tanbo.

El chico trato de concentrarse, buscando un momento en que la defensa de su adversario se debilitara. Tenía que hacerlo lo más rápido posible, porque no estaba seguro de cuánto podría mantenerse esquivando los ataques.

Su oponente le lanzó una patada con la que esperaba derribarlo, Rubén colocó sus tanbo frente a él para evitar que el golpe de le diera de lleno. A pesar de ello resintió el impacto, sin darse un respiro le lanzó un golpe a al brazo izquierdo de su oponente, al mismo tiempo que trataba de darle una estocada con el otro brazo. Esperaba que sus movimientos fueran los suficientemente rápidos para evitar que su adversario los evitara.

Para su fortuna el truco tuvo éxito, el chico de las navajas trató de esquivar el golpe horizontal y cayó de lleno frente a la estocada. En ese momento, Rubén se percató de que su oponente no podía esquivar dos golpes a la vez, mientras fueran en diferentes direcciones.

—¡Rayos! —murmuró Rubén, entre dientes.

Para realizar ese tipo de ataques se necesitaba muy buena coordinación, y él no era un claro ejemplo de buena coordinación. A pesar de ello, sabía que debía intentarlo y hacer su mejor esfuerzo, o no podría rescatar a Padre.

Mientras su oponente trataba de evitar caer de espaldas. Rubén se lanzó hacia él, con los tanbo listos para golpear, esta vez dirigió uno a su pierna izquierda mientras que preparaba el otro para golpearlo en el hombro. Su adversario incapaz de pensar en una manera de esquivarlos, recibió los dos golpes.

Del impacto soltó las navajas y miró con sorpresa a Rubén, aunque su mirada después fue sustituida por una cargada de odio. En lo profundo de su ser, Rubén intuyó que su oponente detestaba perder. El golpe había despertado en su oponente un deseo salvaje de vengarse.

No supo de dónde su oponente había recuperado sus navajas, lo único que sabía era que se acerba a él con una velocidad diferente a la anterior. Sintió unos cortes en su brazo derecho cuando lo levantó para protegerse, la sangre descendió por su brazo.

Estaba ocurriendo lo que temía, su oponente no le perdonaría el haber sido golpeado por él y ahora sus ataques se habían cargado de más violencia, todo en aras de desestabilizar a Rubén y llevarlo a cometer un error. Aunque a estas alturas, ya consideraba que el error había sido golpear a su adversario.

Su oponente se había colocado a sus espaldas, listo para continuar sus ataques. Rubén, tratando de evitar otro ataque, golpeó con los tanbos hacia atrás, esperaba poder asestar un golpe y evitar cualquier ofensiva.

Los tanbos se deslizaron por el vacío sin golpear algo, Rubén sintió como sus esperanzas se iban con ese golpe. En respuesta recibió una patada que lo hizo tropezarse y caer. Al golpear el suelo, lo único que pudo pensar, fue en girar sobre sí mismo. El sonido del metal al chocar con el suelo, le reveló que su idea había evitado que unas navajas se clavaran en su cuerpo.

Antes de poder levantarse, sintió como su oponente colocaba su pie sobre su pecho, presionándolo contra el suelo.

—Sólo la muerte acabará con tu sufrimiento —le dijo su adversario, con una voz lenta y carente de inflexión, mientras se acercaba con una navaja, dispuesto a cortar su cuello—. Al menos, tú ya serás libre.

La adrenalina se disparó por su cuerpo. De repente supo que era lo que tenía que hacer para sobrevivir. Tenía la sensación de que la respuesta siempre había estado ahí, invisible para él, hasta ese instante. Levantó los dos tanbo y puso todas sus fuerzas en el golpe que le dio a la pierna de su captor. Pudo oír como crujía el hueso.

Su oponente se retiró envuelto en el dolor. Todavía Rubén se preguntaba de donde había sacado las fuerzas para realizar aquél golpe a su adversario, cuando su cuerpo se levantó con una rapidez inesperada. Se acercó a su oponente, no estaba seguro de lo que hacía, era como si cuerpo siguiera algún plan desconocido para él. Sin embargo los movimientos le parecían tan naturales, como si siempre hubieran estado ahí, dormidos en su interior.

Incapaz de sentir compasión por su oponente, lo tomó por detrás y colocó uno de sus tanbo en su cuello. Después, comenzó a apretar. Su oponente trató de liberarse, pero Rubén ignoró sus esfuerzos, siguió apretando hasta que los movimientos se fueron debilitando.

Cuando su oponente dejo de moverse, lo soltó. Su cuerpo cayó sobre las frías losas con un rumor sordo.

El chico observaba confundido la escena, no podía entender lo que acababa de suceder. Tenía la sensación de que por unos momentos había recuperado algo que no recordaba haber perdido. Aunque al final lo había vuelto a perder. Aun así se mostró agradecido por ello, lo que fuera que había pasado lo había salvado de una muerte segura.

Miró el cuerpo sin vida de su oponente, no sentía remordimiento por su muerte. Rubén sabía que su adversario no se detendría hasta haberlo matado, así era el mundo de los asesinos: sólo la muerte podía detenerte en tu misión. Las palabras empate o rendición nunca son usadas por un asesino, una de las primeras lecciones que le había dado Padre.

El chico avanzó hacia la siguiente puerta. No tenía miedo, su victoria sobre su adversario había despertado un poco su arrogancia.






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